Nota: En el siguiente
texto se destripan dos momentos importantes de la trama. No leer en caso de no
haber terminado ya con Danza de dragones o, en su defecto, haber empezado
este.
Ante todo quiero
presentarle mis respetos y decirle que admiro profundamente su trabajo. No sé
si pecaré aquí de ignorante en este aspecto, pero creo que su obra más conocida
hasta el momento es la saga bautizada como Canción de hielo y fuego. Por
desgracia para mí, además de su impresionante serie de novelas río, tan solo he
tenido el placer de leer su relato breve que lleva por título El caballero
errante. Magníficos textos, he de decir, pero, como podrá imaginar y comprobar
más adelante, esta misiva no ha nacido de una necesidad imperiosa de bañarlo en
halagos.
No soy una de
esas personas, admito, que por suerte ya se maravillaba con los lugares y
gentes de Poniente mucho antes de la emisión de la serie de HBO basada en su
Canción. Mi caso es el mismo que el de un gran número de nuevos seguidores
surgidos a raíz del poder e influencia directa de la imagen: el descubrimiento
de sus novelas gracias a un espectáculo televisivo que, dicho sea de paso, a
nuestra España en casi constante decadencia llegó, como todo lo demás salvo el
Chupa Chups, algo tarde y por la puerta de atrás. El caso es que salvados los
primeros obstáculos, por otra parte insignificantes teniendo en cuenta la
envergadura mercadotécnica a su disposición, o a la disposición de todos
aquellos que trabajan para usted, me acerqué con decisión y buena voluntad al
primer volumen, titulado, de manera muy acertada, Juego de tronos.
Como en alguna
otra cara del espejo del día a día de mi vida, llevada por los pelos en
ocasiones, también hay que decirlo, en lo que a literatura digna de admirar
respecta soy un coleccionista; y no digo esto sin motivo, señor Martin, así que ruego, por favor, siga leyendo. Uno de esos obstáculos a los que me
refería en el párrafo anterior, el primero con el que me topé antes siquiera de
hacerme con el preciado libro, es un tema muy serio a tratar con la editorial
encargada de distribuir en este rincón del planeta su compleja red de
traiciones, amores, guerras y choques ficticios: el precio. No es de ley,
aunque sí de juzgado de guardia, que una edición en tapa dura de la tumba de
Lord Eddard Stark tenga un costo de treinta y cinco euros contantes y sonantes.
Y ahora da la casualidad, correctamente si meditamos sobre el desembolso realizado,
de que a dicha edición la llaman “de coleccionista”. Sé que a usted el asunto
le puede dar más igual que menos, pero, como no es que aquí nos sobre el dinero
desde hace unos años, pues se veía venir, deseo hacérselo saber. Y paso al
siguiente punto, claro, sin querer entrar al tema de los cuarenta y cuatro
euros que se cobran en la actualidad por una copia de Danza de dragones.
Le iba diciendo,
antes de caerme por el mismo agujero por el que caen los euros, que había
logrado poner mis manos encima de la primera parte de tan hermosa obra de arte.
A medida que mis ojos iban devorando las páginas, una tras otra y a bastante
velocidad, mi respeto por usted crecía y crecía hasta adquirir mayor relevancia
para mí que para Cersei el trono de hierro; y este no es un hecho para nada
baladí, pues me tengo por persona de gustos claros y opinión descarnada. Pasa
que al igual que el precio, a todas luces asignado para calibrar el aguante de su
legión de fanes ante el sangrado monetario, hay un par de puntos con los que no
estoy demasiado contento.
Ahora, después de
finalizar la lectura del último de sus libros publicado en España, considero su
prosa escritura muy cuidada, ejercicio calculado y talentoso del noble arte de
narrar. Pero esto, muy apreciado señor Martin, no quita que quiera compartir
con usted que en ocasiones, y tras tantas y tantas palabras, tengo la impresión
de que la única novela con un estilo más asertivo que el mostrado por su pluma,
o sus teclas, es Los juegos del hambre; la trilogía, se entiende. Esto hace que
no pueda compartir las sensaciones experimentadas por la gran mayoría de sus
seguidores cuando leen un mordaz comentario de Tyrion, pues entendiendo, eso
sí, que en los capítulos dedicados a dicho personaje pretende provocar la
carcajada en ocasiones. Sea por mi falta de entendederas o por cualquier otro
motivo, la única sonrisa que recuerdo asomar a mis labios al leerle coincidió
con el, por mí, esperado momento de la muerte de Joffrey. Queda claro, por
tanto, que en lo referente a este punto esperaba algo más; quizás más fuerza, más
chispa, más pasión, más sangre en las venas.
Lo siguiente que
me gustaría comentarle, y esto a pesar de la posibilidad de que lluevan piedras
sobre mi tejado o, más bien, sobre mi cabeza, es la aparente falta de peso de
los dos últimos libros de la serie: Festín de cuervos y Danza de dragones.
Dichos tomos, si me permite decirlo, me han parecido bastante prescindibles en
comparación con el excelente trío que encabeza la serie, a la altura, fíjese en
lo que le digo, del mismísimo trío protagonista de Uno de los nuestros. Quiero
decir con esto, y siempre desde el respeto, que los hechos acaecidos en esas dos
mil y pico páginas bien podrían haberse saldado en setecientas cincuenta. De
ese modo, cosa digna y de mucha enjundia, mi psique no se habría visto tan
afectada al ser testigo de tan frustrante desarrollo de personaje como es el de
Daenerys Targaryen, Daenerys de la Tormenta, La Que No Arde, Madre de Dragones
y Khaleesi para todos.
Y ya solo queda
despedirme de usted, tejedor de brillantes e inteligentes
tramas, padre de singulares y complicados caracteres, dejando que actúe como
fiable testigo de mi declaración de la ferviente admiración que profeso hacia su
persona y obra; aunque en los puntos que he expuesto, como en muchas otras cosas, no todos estemos de
acuerdo.
Nota: Espero que ninguno de vosotros se enfade por esta opinión personal que nada entre lo formal y lo humorístico.
¡Nos leemos!
Bueno, está bastante claro que un señor que sin haber escrito (dicen) los dos últimos tomos de su heptalogía ya es capaz de decir el número de páginas que van a tener (uno de ellos, afinó, entre 1500 y 1700, tiene que flojear en algún momento.
ResponderEliminarA mi me parecen libros muy entretenidos, dudo que sean recordados como lo es El señor de los anillos, pero con todo, mucha gente se ha acercado a ellos. De todos modos.... no me caen bien los Stark, con lo cual mi opinión suele ir un poco por libre.
Buena crítica
Gracias por comentar, Mientrasleo.
ResponderEliminarMmm, ¿tú crees? Supongo que de la misma manera no será recordado, pero bueno, pienso que ha dado el gran impulso que la literatura fantástica parecía necesitar desde hace un tiempo, eso sí. Cierto es que esta renovación no deja de ser una vuelta de tuerca histórica y con sangre de culebrón... pero ahí la tenemos. :)
Yo tengo aversión a los Targaryen, en general, jeje.
Un saludo.
Tampoco me caen bien... jaja
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